Después de despertar del coma, Gloria no solo recuperó su vida, sino que también descubrió un amor profundo, una familia inesperada y un futuro que ni en sus mejores sueños habría imaginado. Pero aún quedaba una última prueba… y una gran revelación.

Los meses siguientes a la boda fueron los más felices que Archie, Gloria y Abigail habían vivido en mucho tiempo. El departamento cerca del parque se llenaba a diario de aromas cálidos de chocolate caliente, risas infantiles y el suave murmullo de una guitarra que Archie había desempolvado después de años.

Gloria, cada vez más fuerte, ya podía subir escaleras, caminar distancias más largas e incluso comenzó a ayudar a otros pacientes en sus procesos de rehabilitación desde casa, como consultora voluntaria del hospital. Era su forma de agradecerle a la vida por haberle dado una segunda oportunidad.

“Hoy vi a un joven con una prótesis nueva dar sus primeros pasos sin bastón”, le contaba a Archie una tarde mientras Abigail coloreaba en la alfombra. “Sus ojos tenían la misma luz que vi en los tuyos cuando entraste en mi habitación la primera vez”.

Archie la miró en silencio. Aún se sorprendía de lo mucho que la vida podía cambiar en menos de un año.

—Y tú, princesa, tienes la misma luz que tenías dormida —le respondió, acariciando su mano.

UNA CARTA OLVIDADA

Una mañana de otoño, Gloria recibió una carta certificada a nombre de su antiguo despacho en la empresa donde había trabajado como rehabilitadora. La remitía un abogado en representación de una fundación médica internacional.

Dentro, junto a varios documentos sellados, había una nota escrita a mano por un antiguo paciente suyo:

“Dra. Gloria: gracias por no rendirse conmigo. Mi vida cambió gracias a usted. Ahora dirijo una fundación que beca a especialistas en medicina rehabilitadora. Me enteré de su situación. Si en algún momento decide volver a ejercer formalmente, queremos financiarle un centro propio. Con cariño y respeto eterno, Víctor Juárez.”

Gloria se quedó en silencio, las manos temblorosas. Llamó a Archie.

—¿Recuerdas cuando te dije que soñaba con abrir un centro de rehabilitación?

—Sí… claro. Nunca dejaste de hablar de ello.

—¿Y si te dijera que ese sueño podría cumplirse?

UNA DECISIÓN EN FAMILIA

Esa noche, después de cenar, Gloria sacó los documentos y los puso sobre la mesa. Abigail los miró sin entender y preguntó:

—¿Vamos a viajar?

—No, amor. Es algo mejor —respondió Gloria—. Podríamos abrir un lugar donde ayudar a muchas personas a sanar.

—¿Como tú, cuando te sanaste?

—Exactamente.

Archie, que había leído todos los papeles, asintió con una mezcla de emoción y orgullo. Pero también cierta preocupación.

—Esto es un gran paso, Gloria. ¿Estás segura?

—Sí, porque esta vez no lo haré sola. Lo haré con ustedes.

EL CENTRO “LUCES DE ABRIL”

Cinco meses después, nació el Centro de Rehabilitación “Luces de Abril”, en honor al mes en que Gloria había despertado y en que Abigail, su “luz”, le devolvió la vida.

El local no era grande, pero estaba lleno de esperanza. Archie ayudó a diseñar el sistema de seguridad. Gloria reclutó a antiguos colegas. Y Abigail, claro, tenía su propia “oficina” decorada con dibujos y crayones para entretener a los hijos de los pacientes.

—¿Y si ponemos una cafetería con pasteles? —sugirió una tarde la niña—. Para que los que vienen también se sientan felices.

Y así fue. En la entrada, junto a la recepción, montaron una pequeña esquina de café, que pronto se convirtió en punto de encuentro para vecinos, pacientes, familiares y antiguos conocidos.

EL REGRESO DE UNA SOMBRA

Pero la vida no deja de poner a prueba a quienes caminan con luz.

Un día, Bruce —el médico que lo había hecho todo posible— llegó con el ceño fruncido.

—Gloria —le dijo—. Necesito advertirte de algo. Luis ha apelado su condena. Dice que el juicio fue manipulado por emociones y que está dispuesto a “recuperar lo que le pertenece”.

El corazón de Gloria se encogió, pero no por miedo. Esta vez, no estaba sola.

—¿Crees que podrá hacer daño desde una celda? —preguntó Archie.

—No —dijo Bruce—. Pero quería que lo supieran.

Gloria respiró hondo y miró a su alrededor: el centro, las sonrisas, su familia.

—Gracias por decírmelo. Pero ese capítulo está cerrado. Y no se volverá a abrir.

UNA TARDE DE CUMPLEAÑOS

El día en que Abigail cumplió siete años, pidió un deseo muy especial al soplar las velas de su pastel:

—Deseo que la princesa nunca más se duerma.

Gloria, emocionada, la abrazó fuerte. Archie la besó en la frente.

—Y yo deseo —dijo— que este cuento nunca se acabe.

En ese momento, Bruce levantó su copa de jugo de manzana y agregó:

—Este cuento no se acaba… solo empieza un nuevo capítulo.

EPÍLOGO: UN DIBUJO ENMARCADO

Años después, en el hall del Centro “Luces de Abril”, colgaba un dibujo especial enmarcado.

Mostraba a una mujer de vestido largo, un caballero con armadura de seguridad, y una niña con alas. Encima, en letras grandes y torcidas, decía: “Así se despertó la princesa. Y fuimos felices para siempre.”

Abajo, una placa:

Dedicado a Abigail: la niña que no dejó que el mal ganara.

Y así, en un pequeño rincón del mundo, una niña escribió —sin saberlo— uno de los cuentos más hermosos y reales de todos los tiempos.

FIN.