Luis de Alba, un ícono de la comedia mexicana, dejó un legado imborrable con personajes como “El Pirrurris” y “Juan Camaney”. Nacido el 7 de marzo de 1945 en Veracruz, México, su vida comenzó a tomar forma cuando su familia se mudó a La Lagunilla, Ciudad de México. Desde pequeño, mostró un talento innato para el espectáculo, influenciado por su madre compositora y sus visitas al Teatro Blanquita, donde quedó fascinado por figuras como Pedro Infante y Celia Cruz. Su carrera despegó con concursos infantiles de canto, un triunfo en Telesistema Mexicano y su incursión en radionovelas como Kalimán, consolidándolo como una voz reconocida.

Formado en dirección de orquesta en la UNAM y relaciones industriales en la Ibero, Luis combinó estudios con su pasión artística. Su gran oportunidad llegó en los años 70 con el programa El Mundo de Luis de Alba (1978-1981), donde nacieron personajes icónicos. “El Pirrurris”, una sátira de la élite mexicana, surgió de sus observaciones en la universidad, mientras “Juan Camaney”, inspirado en los barrios populares, conquistó el cine en películas como Las Calenturas de Juan Camaney. Participó en más de 80 filmes, incluyendo Picardía Mexicana (1978) y La Pulquería (1981), marcando la época del cine de ficheras.

 

 

 

 

 

Sin embargo, su vida no fue solo risas. Luis enfrentó la censura en teatro, la lucha contra el alcohol —que afectó su salud y carrera— y episodios peligrosos, como un show en Culiacán rodeado de hombres armados. En 2012, un diagnóstico de cáncer de hígado lo llevó al borde de la muerte, pero, tras una cirugía milagrosa, se recuperó. Accidentes como uno automovilístico en 2014 y una caída en 2021, que fracturó su fémur, también probaron su resiliencia. La pandemia agravó su situación económica, pero la solidaridad de amigos y un cirujano altruista lo salvaron.

El 24 de marzo de 2025, su hijo Luis Absalón de Alba confirmó una noticia devastadora: “Con profundo dolor, informo que mi padre, Luis de Alba, falleció esta madrugada”. A los 80 años, el comediante sucumbió tras una recaída en su salud, agravada por una reciente caída que casi le costó la visión. Su esposa Abigail y su familia lo acompañaron en sus últimos momentos. “Se fue el hombre que me enseñó a reír y a luchar”, dijo Absalón, conocido por interpretar a “El Pirrurris” junto a él en La Escuelita VIP (2004).

Luis de Alba no solo hizo reír a generaciones; su vida fue un reflejo de lucha y autenticidad. Desde sus humildes comienzos en La Lagunilla hasta convertirse en leyenda, enfrentó adversidades con el mismo humor que lo definió. Su legado perdura en cada frase de “El Pirrurris” y cada aventura de “Juan Camaney”, recordándonos que tras la risa hay un hombre que nunca se rindió. México llora a un grande cuya luz, aunque apagada, seguirá brillando en su cultura.