“Canelo ganó, pero perdió”: La noche en que el boxeo se quedó dormido en Riad

Riad, Arabia Saudita – Las luces brillaron, los cinturones se levantaron, y el campeón tapatío volvió a salir con la mano en alto. Pero entre el brillo del oro y los aplausos automáticos, un sentimiento se propagaba como sombra entre la afición mexicana: decepción.

Saúl “Canelo” Álvarez venció a William Scull por decisión unánime, pero lo que debía ser una noche histórica de espectáculo mundial terminó convertida en un ejercicio de resistencia al bostezo. “Ganó Canelo, pero perdió ganando”, sentenció Eduardo Camarena, mientras Marco Antonio Barrera —leyenda del ring— no dudó en afirmar que habría que “retirarle la licencia a Scull” por lo que consideró una actuación indigna de un profesional.

La crítica no fue gratuita. Según estadísticas oficiales, Canelo conectó apenas 56 golpes en 12 asaltos, y Scull solo uno menos: 55. Promedios que ni en peleas amateurs se ven. Pero más allá de los números, lo que enfureció al mundo del boxeo fue la actitud. El peleador cubano, lejos de ofrecer combate, se dedicó a correr el ring como si participara en un maratón olímpico. “Parecía que estaba entrenando cardio, no boxeo”, ironizó Barrera.

Sin embargo, el fuego de la crítica no solo alcanzó a Scull. Canelo, el consentido del boxeo mexicano, también fue objeto de análisis severo. “Le faltaron recursos, colmillo, cintura. No supo cómo cerrar el ring. No fue el Canelo de otras noches”, afirmaron los comentaristas. Lejos de imponer su poder o ajustar la estrategia, Canelo pareció quedarse atrapado en un bucle de intentos fallidos y desesperación. “En el sexto asalto incluso soltó un golpe bajo por frustración”, apuntó Camarena.

El árbitro, en un hecho poco común en peleas de élite, tuvo que intervenir en el noveno round para pedir más acción. Un gesto que revelaba la gravedad del letargo: ni el espectáculo ni el honor del boxeo estaban siendo respetados. “Una pelea tan monótona que dolían los ojos de verla”, confesó Barrera.

La decepción se hizo más profunda al recordar el contexto: una función en Arabia Saudita, con transmisión global, que pretendía proyectar el boxeo mexicano al mundo. Pero en vez de un despliegue de grandeza, el planeta recibió una postal deslucida, casi ofensiva para la historia del pugilismo nacional.

¿Y la arena? Cerrada para apenas 3,000 personas. Boletos desde 20 dólares. Nada comparable con las noches de gloria que Canelo ha vivido en Las Vegas o Guadalajara. “Era más entusiasmo de los organizadores saudíes que realidad de afición”, afirmaron los conductores de Un Round Más.

La conversación también tocó un punto clave: la racha. Desde que noqueó a Caleb Plant en 2021, Canelo lleva siete peleas sin definir por KO. ¿Está perdiendo su punch? ¿Se volvió conservador por estrategia? ¿O simplemente su prime quedó atrás? Preguntas sin respuesta clara, pero que cobran fuerza tras cada actuación insípida.

Del otro lado, Scull se retiró del ring sin un rasguño, orgulloso por haber “sobrevivido sin que le pegaran”. Una victoria moral para él, quizás. Pero una derrota para el deporte. “Lo de Scull fue un fraude. No vino a pelear, vino a cobrar”, sentenció Barrera.

Y mientras los aficionados se desvelaban esperando una guerra, lo que recibieron fue una danza sin ritmo, sin emoción, sin sangre. “Esta fue, sin duda, la peor pelea que le he visto a Canelo como campeón”, concluyó Camarena, con la voz del desencanto.

Para el cierre, ambos comentaristas lo dijeron sin rodeos: el boxeo perdió este fin de semana. Perdió en Nueva York. Perdió en Arabia. Perdió con nombres como Ryan García, Teófimo López, y también con Canelo. “Parecía fin de año: todo estaba en oferta. Hasta los títulos.”

Pero aún queda esperanza. Como dijo Barrera: “No se desanimen, champs. Aún falta el monstruo Inoue y el Divino Espinoza. Ojalá nos salven del insomnio”.