La confianza de David flaqueó mientras sus ojos se movían rápidamente entre Alex y yo. El parecido era innegable, y una onda de sorpresa se extendió entre los invitados. Margaret, siempre serena, intentó disimular su incomodidad, pero la velada minuciosamente orquestada que había planeado se estaba desmoronando ante sus propios ojos.

—Nunca preguntaste qué pasó después de que me fui —dije, con voz tranquila pero que se escuchó en todo el salón—. Tú seguiste adelante con rapidez, pero la vida tiene una forma de alcanzarnos.

Margaret forzó una sonrisa cortés, con un tono de voz empalagoso.

—Vaya, qué sorpresa tan encantadora. Es un chico muy guapo —dijo, tratando de mantener el control.

—Gracias —respondí ecuánime—. Es maravilloso y estoy increíblemente orgullosa de él.

Los invitados cuchicheaban entre ellos, su curiosidad en aumento. Lo que había comenzado como una gala de cumpleaños de lujo para Margaret se había transformado en un momento de intriga innegable. David aclaró su garganta, intentando recuperar la compostura.

—Evelyn, ¿por qué no me lo dijiste?

Mantuve su mirada con firmeza.

—Tú no querías saberlo. Cuando me fui, habías terminado conmigo. Tuve que construir una vida para Alex y para mí, y lo hemos hecho bastante bien.

Las amigas de Margaret murmuraron suavemente, percibiendo la tensión. Yo me mantuve erguida, segura y serena. Su plan de humillarme había fracasado espectacularmente. Finalmente, Margaret hizo un gesto hacia el comedor.

—Evelyn, Alex, ¿por qué no se unen a nosotros para la cena?

Asentí con educación.

—Será un placer.

Mientras caminábamos por el gran salón, David nos siguió en silencio, procesando lo que acababa de presenciar. La verdad estaba al descubierto, y ahora era su decisión cómo reaccionarar. Al sentarnos a la mesa, sentí una ola de liberación inundarme. Había confrontado el pasado y salido indemne. Lo que estaba destinado a mostrar poder e influencia se había convertido en un testimonio de resiliencia y fortaleza. Yo era Evelyn: una madre, una profesional, una mujer que había forjado su propio camino. Y ahora, todos en esa gala conocían mi secreto.