Después de casi 30 años de silencio, la “reina de las telenovelas” Victoria Ruffo sorprende al mundo con una confesión que estremece tanto a la prensa como a sus seguidores: “Él me robó a mi hijo y ahora quiere paz”. Una frase que parece sacada de un melodrama, pero que es, en realidad, el testimonio crudo de décadas marcadas por el dolor, el distanciamiento y una herida que parecía no cerrar jamás.

Bajo los focos de la fama y el humor, se escondía una historia de amor nacida del corazón, entre dos personas con mundos opuestos. En 1989, Ruffo estaba en la cima de su carrera, mientras Eugenio Derbez apenas comenzaba a abrirse paso en el mundo del espectáculo. Fue entonces cuando sus caminos se cruzaron – casi por accidente, pero con un impacto que cambiaría sus vidas.

El romance floreció entre cenas incómodas pero sinceras, donde Eugenio contaba sus monedas para pagar una comida, y Victoria ya vivía en uno de los barrios más exclusivos de Ciudad de México. Sin embargo, el amor prosperó, y fruto de ello nació su hijo José Eduardo, en 1992.

Todo cambió con un episodio que ambos recuerdan de forma distinta: la “boda falsa”. Para Eugenio, fue una broma, una estrategia para calmar a los medios. Para Victoria, fue un momento auténtico, lleno de símbolos que ella vivió con emoción. Aquella diferencia de percepción fue la chispa que inició el incendio.

La ruptura llegó, y con ella, una batalla legal por la custodia que duraría décadas. Ruffo obtuvo la custodia total, mientras Derbez acusaba haber sido excluido y no poder ni siquiera ver a su hijo. Ella, por su parte, aseguró haber criado sola a José Eduardo, sin recibir apoyo económico de Eugenio.

El resentimiento creció con los años. Declaraciones ácidas, entrevistas llenas de indirectas y la negativa constante de aparecer juntos pintaban un cuadro de enemistad profunda. Pero todo eso cambió con la llegada inesperada de Tessa, su primera nieta, en junio de 2024.

Tessa logró lo que ni los tribunales, ni los terapeutas, ni el paso del tiempo habían conseguido: reunir a sus abuelos. En el hospital, Eugenio y Victoria se abrazaron por primera vez en décadas. “Ella me felicitó. Todo el peso de los años desapareció por un segundo”, contó Eugenio. Alessandra Rosaldo, esposa de él, también fue clave en este reencuentro.

Victoria, más reservada en sus palabras, dejó que sus actos hablaran por ella. Fue vista besando a su nieta con ternura y, en un momento íntimo, dijo: “No me arrepiento de nada, ni de haber criado sola a mi hijo. Pero ahora sí, quiero paz. Mi hijo lo merece, mi nieta también”.

Incluso confirmó lo impensable: “Vamos a pasar juntos la Navidad y el Año Nuevo”.

Tessa, con apenas unos meses de vida, se convirtió en el puente entre dos mundos fracturados. José Eduardo confirmó en una transmisión en vivo: “Mis padres volvieron a hablar. Es raro, pero también muy bonito”.

Eugenio también reconoció el papel de Omar Fayad, esposo de Victoria, en la formación de su hijo: “Ella lo crió bien, hay que admitirlo. Tiene buen corazón, es honesto, gracioso… veo algo de mí en él, pero fue ella quien lo formó”.

Cuando se le preguntó si aún guardaba rencor, Ruffo respondió: “No, eso ya pasó. Ahora lo que importa es la familia y mi nieta”.

Mientras se preparan para el bautizo de Tessa, hay rumores de otro reencuentro familiar. Puede que el pasado aún duela, pero algo es seguro: hoy comparten una nieta… y tal vez una segunda oportunidad.