De un flechazo televisivo a dos décadas marcadas por rumores de infidelidad, reconciliaciones y un adiós definitivo

La historia de William Levy y Elizabeth Gutiérrez empezó como tantas ficciones que ellos mismos protagonizan: con cámaras encendidas, miradas cómplices y promesas de futuro. Se conocieron en el reality “Protagonistas de novela”, cuando él —un joven cubano criado por su madre, recién llegado al mundo del modelaje y la televisión— intentaba abrirse camino en Estados Unidos; y ella —actriz, modelo y empresaria de ascendencia mexicana— buscaba su primera gran oportunidad. Entre coqueteos y besos ante la audiencia, el romance quedó insinuado. Afuera, ya sin focos, se convirtió en una relación que los uniría —y desuniría— durante veinte años.

Tras el programa, la distancia parecía jugar en contra: él vivía en Miami, ella en Los Ángeles. Pero el vínculo creció. Elizabeth visitó a la familia de William, se sintió acogida y él terminó mudándose a California para estudiar y prepararse. El plan era claro: tocar puertas hasta lograr una primera oportunidad sólida. En 2006 nació su primer hijo, Christopher, justo cuando ambos empezaban a consolidarse en telenovelas. Un año después, volvieron a coincidir en la pantalla con “Acorralada”. El público, que había visto nacer su historia en televisión, los abrazó como pareja y como dupla actoral.

Pero la ficción alimenta fantasías… y también rumores. Durante aquellas grabaciones comenzaron a circular versiones sobre la “química” de William con la actriz Mariana Torres. Al principio, Elizabeth lo tomó como chisme de pasillo; Mariana era su amiga. Sin embargo, el murmullo persistió, llegó a la prensa y tensó el ambiente. Hubo incluso un altercado entre Elizabeth y Mariana en los pasillos del canal, según testigos. La novela terminó, la relación siguió, pero la idea de que algo se había fisurado ya flotaba en el aire.

En 2008, William aceptó el protagónico de “Cuidado con el ángel” junto a Maite Perroni en México; Elizabeth, por su parte, grabó “El rostro de Analía”. Las entrevistas se llenaron de preguntas incómodas. Él admitía que la relación pasaba por un mal momento y evitaba dar detalles. La ruptura de Maite con su entonces pareja alimentó la especulación, aunque ambos protagonistas negaron un romance. Aun así, el ruido mediático no cesó. En 2010, Levy y Perroni volvieron a coincidir en “Triunfo del amor”, esta vez con una relación profesional distante: terminaban escenas y cada cual se retiraba a su camerino, decían dentro de la producción.

La infidelidad más comentada llegó por otra vía: Jacqueline Bracamontes. En 2017, la actriz publicó su libro “La pasarela de mi vida”, donde narró que en 2009, durante “Sortilegio”, salió con William creyendo que estaba separado. El golpe para Elizabeth fue doble: por lo privado hecho público, y por la confirmación en boca de otra. Años después, Gutiérrez rompería su habitual silencio para responder, defendiendo a su familia y cuestionando la versión de los hechos, siempre sin convertirlo en espectáculo.

La lista de nombres que la prensa vinculó a Levy siguió creciendo: Ximena Navarrete en “La tempestad”, y más recientemente Samadhi Zendejas (compañera en “Vuelve a mí”), quien compartió un video cantando con él en el coche y encendió otra vez las alarmas en redes. Elizabeth entonces publicó un comunicado claro y sereno: confirmó que ya no estaban juntos, que siempre lo amaría, pero que no era la misma joven de 20 años y que sus caminos, por fin, se separaban. Poco antes, a inicios de 2022, William había anunciado una separación en redes y borrado el mensaje horas después, gesto que muchos leyeron como síntoma de una relación a la deriva.

En paralelo, aparecieron acusaciones de violencia doméstica y titulares que —según Levy— dañaban su imagen. Él respondió con una línea que ha repetido: no hablará para no perjudicar a la madre de sus hijos y prioriza la salud mental de la familia. Lo cierto es que, más allá del ruido, la pareja intentó en varias ocasiones recomponer la relación, y en otras tantas dio por terminada una historia que siempre parecía tener un capítulo extra.

Si algo deja esta crónica es la sensación de una relación vivida bajo presión: la de la fama, la de las agendas, la de las expectativas y, sobre todo, la de la exposición permanente. William Levy y Elizabeth Gutiérrez se enamoraron ante las cámaras, crecieron profesionalmente entre sets y reflectores, y vieron cómo su intimidad se convertía en conversación pública. Veinte años después, queda un saldo complejo: dos hijos, amores y desamores televisados, desmentidos, confirmaciones tardías y una despedida que, esta vez, suena definitiva. No hay telenovela que resista tantas temporadas sin pagar un precio. Ellos lo pagaron en carne viva.