De granja a leyenda: la historia de Canelo Álvarez rumbo a su pelea definitiva contra Terence Crawford.

Cuando alguien menciona el nombre “Canelo”, ya no sólo evoca el color de su cabello o su origen tapatío. Hoy, “Canelo” Álvarez representa una era entera del boxeo mundial. Pero detrás del fenómeno que llena estadios y paraliza ciudades cada vez que sube al ring, hay una historia de trabajo, caídas, redención y una hambre insaciable por la grandeza que comenzó en una granja, con un niño pelirrojo y ocho hermanos, todos boxeadores.

Saúl “Canelo” Álvarez no tuvo el camino tradicional. No fue un niño prodigio del boxeo amateur, no coleccionó medallas juveniles ni vivió en centros de alto rendimiento. Fue, más bien, un adolescente de 15 años que decidió probar suerte entre hombres, debutando profesionalmente sin mucho ruido pero con una convicción brutal. A partir de ahí, su ascenso fue como un cuchillo caliente atravesando mantequilla: imparable.

Durante años, acumuló victorias en arenas pequeñas de México, ganando respeto a base de potencia, valentía y un estilo que enamoraba al público. A los 23 años, ya estaba frente al reto más grande de su vida: Floyd Mayweather Jr., el mejor boxeador defensivo de su generación. Aquella noche en Las Vegas, el joven mexicano fue superado de principio a fin. La derrota fue clara, pero no definitiva. Para muchos, ese fue el final de la ilusión. Para Canelo, apenas era el inicio del verdadero aprendizaje.

Seis meses después, regresó con fuerza, derrotando por nocaut a Alfredo Angulo. Y dos años más tarde, se consagró campeón mundial al vencer a Miguel Cotto por decisión unánime. La noche que venció a Amir Khan, con un derechazo que dejó helado al mundo entero, fue cuando muchos entendieron que Canelo no sólo había aprendido de Mayweather: se estaba transformando en un monstruo imparable.

El verdadero parteaguas llegaría con la trilogía ante Gennady Golovkin. La primera pelea, empañada por un polémico empate y una tarjeta infame, dejó a muchos con sabor a injusticia. Pero la revancha disipó dudas: Canelo cumplió su promesa de ofrecer un estilo “mexicano” y se llevó la victoria por decisión mayoritaria. Con ello, selló su lugar como el mejor del mundo en peso mediano.

Pero no se conformó. Subió de categoría. Quería más. Y lo logró: en 2019, noqueó a Sergey Kovalev para llevarse el título semipesado de la OMB. Un hombre que peleaba en 140 libras en sus inicios acababa de derrotar a uno de los más peligrosos de las 175.

Luego vinieron las unificaciones en supermediano: Callum Smith, Billy Joe Saunders y Caleb Plant cayeron uno por uno. Para ese entonces, Canelo era oficialmente el rey del boxeo. Sin embargo, como dicta la historia de todos los grandes, el destino le tenía preparada una piedra en el camino: Dmitry Bivol.

En 2022, el ruso no sólo lo venció. Lo expuso. Fue una derrota clara, técnica, inesperada. Por primera vez desde Mayweather, Canelo no lucía invencible. Pero no hubo excusas. No se escondió. En vez de eso, volvió a lo básico: derrotó nuevamente a Golovkin en una tercera pelea y retomó su camino en el peso supermediano con victorias contundentes sobre John Ryder, Jermell Charlo, Jaime Munguía y Edgar Berlanga.

Así llegamos al presente.

El 12 de septiembre de 2025, Canelo se enfrentará al hombre que muchos consideran su igual generacional: Terence Crawford. Campeón indiscutido en dos divisiones, invicto, temido, preciso. Un choque de trenes. De estilos. De filosofías.

El duelo no sólo definirá al mejor libra por libra del momento. Podría definir toda una era. El escenario es digno de la ocasión: Riyadh Season, una de las plataformas más poderosas del deporte global. El cinturón de The Ring Magazine está en juego, pero lo que realmente se disputará es el legado.

¿Qué queda por demostrar para Canelo? Quizás nada. Quizás todo. Porque los verdaderos campeones no pelean sólo por títulos, sino por historia. Y Canelo, desde esa granja donde aprendió a pelear con sus hermanos, entendió algo que muchos olvidan: la gloria es efímera, pero el legado permanece.

Por eso sigue. Por eso se arriesga. Porque no quiere ser recordado como el más popular, sino como el más grande.

El 12 de septiembre, el mundo entero lo verá intentarlo. Una vez más.