Era una mañana tranquila en Polanco, uno de los barrios más exclusivos de la Ciudad de México.

El reconocido boxeador Saúl “Canelo” Álvarez se preparaba para un momento especial en su vida: la compra de un Ferrari, un sueño de infancia que simbolizaba su arduo camino hacia el éxito. Sin embargo, lo que debería haber sido una experiencia gratificante se convirtió en una lección inesperada sobre respeto y humildad.

La Humillación en la Agencia

Al llegar a la lujosa agencia Ferrari en Masaryk, Canelo sintió de inmediato la mirada despectiva de los vendedores. Un gerente alto y delgado, con un pin dorado en el saco, lo observó con desprecio y murmuró a sus compañeros: “Miren nada más, otro que viene a tomarse fotos con los carros”.

Cuando el boxeador se acercó a la recepción para preguntar por un modelo, la empleada respondió con frialdad: “Nuestras unidades son extremadamente exclusivas. El modelo más básico cuesta más de 4 millones de pesos”.

Pero Canelo, con la calma que lo caracteriza, simplemente sonrió y preguntó por un SF90 Stradale rojo. La recepcionista, con escepticismo, le informó su precio: 15 millones de pesos. Sin inmutarse, el boxeador respondió: “Perfecto. Me gustaría hacer una oferta de contado”.

El gerente, con un aire condescendiente, intervino: “Tal vez esté en el lugar equivocado. Tenemos una agencia de autos usados muy buena en la colonia Anáhuac”.

Un Giro Inesperado

La situación cambió cuando un empresario que entraba a la agencia reconoció a Canelo y lo saludó efusivamente. “¡Canelo! ¡Qué gusto verte! ¿Vienes por un Ferrari?”, exclamó.

El boxeador respondió con calma: “Sí, pero parece que hay dudas sobre si puedo pagarlo”.

El empresario miró con desaprobación al gerente y le preguntó si sabía con quién hablaba. Pero antes de que el vendedor pudiera disculparse, Canelo lo interrumpió: “No necesito que sepan quién soy. Lo que necesito es que aprendan a tratar a todas las personas con respeto, no solo a las que consideran importantes”.

Un Proyecto Que Cambia Vidas

El dueño de la agencia, al enterarse del incidente, intentó enmendar la situación, pero Canelo tenía algo más en mente. En lugar de comprar el Ferrari, propuso una idea innovadora: crear un programa de capacitación para jóvenes de bajos recursos que sueñan con trabajar en la industria automotriz.

El programa incluiría formación en mecánica general, diagnóstico electrónico y sistemas computarizados, con un enfoque especial en autos de lujo. Además, se impartirían clases de servicio al cliente y ética empresarial.

Uno de los beneficiados fue Miguel, el hijo de José, un guardia de seguridad de la agencia, quien siempre había soñado con trabajar con autos pero no tenía los medios para estudiar.

Un Golpe de Cambio

Meses después, el programa “Mecánicos del Futuro” era una realidad. Se construyó un moderno centro de capacitación en el estacionamiento de la agencia, y Miguel fue parte de la primera generación de estudiantes. Mientras tanto, el gerente que humilló a Canelo ya no trabajaba en la agencia, y José, el guardia de seguridad, fue promovido a supervisor de servicio al cliente.

Canelo demostró que los mejores golpes no siempre se dan en el ring. Aquel día, sin lanzar un solo puñetazo, dio uno de los golpes más importantes de su carrera: el golpe del cambio.