“Una pelea sin alma”: El fracaso de Canelo vs. Scull, la furia de Eddy Reynoso y el gesto humillante del cubano tras el combate
Riad, Arabia Saudita – Lo que debía ser una noche de consolidación para Saúl “Canelo” Álvarez terminó convertido en un espectáculo vergonzoso para el boxeo mundial. El enfrentamiento contra William Scull no solo fue criticado por su falta de emoción, sino que ha sido calificado por muchos expertos como una de las peores peleas en la historia moderna del pugilismo profesional.
Los números lo reflejan: tarjetas poco convincentes (115-113, 116-112 y una exagerada 119-109) para una pelea sin ritmo, sin potencia, sin alma. Y aunque el mexicano retuvo su estatus de campeón indiscutido, la victoria dejó más dudas que certezas. La prensa, los fanáticos y hasta su propio equipo coincidieron: el Canelo que vimos en Riad estuvo lejos de ser el ídolo dominante de años anteriores.

Desde el inicio del combate, William Scull mostró un plan de pelea claramente defensivo, típico de la escuela cubana: puntear, moverse, no ser golpeado. Pero lo que en otro contexto podría entenderse como táctica inteligente, aquí se convirtió en una pesadilla para el espectáculo. Scull no atacó, no se arriesgó, no propuso. Solo sobrevivió.
“No sentí su potencia, por eso me moví así,” declaró el cubano tras la pelea. “Canelo tiró menos golpes que yo y menos efectivos.” Sus palabras desataron una oleada de críticas, pero también dieron pie a una escena insólita: Scull pidió perdón a Canelo al final del combate, confesando que estaba nervioso por su debut en este tipo de escenario. “Discúlpame, campeón,” le dijo. “Quería hacer una buena pelea.”
La respuesta de Canelo fue tajante: “Así no ganas una pelea. Corriendo no se gana.” Pero fue Eddy Reynoso, su entrenador, quien estalló con más fuerza: “Esto fue un circo, un desperdicio. Scull solo vino a sobrevivir. Yo no entreno campeones para que les pidan disculpas después de una pelea.”
Y no faltaron los que recordaron las palabras del padre de David Benavidez, quien advirtió que Canelo estaba “llevando un circo a Arabia Saudita”. La noche del 3 de mayo, esa predicción pareció cumplirse al pie de la letra. El Kingdom Arena presenció un combate que ni siquiera logró entusiasmar al organizador Turki Alalshikh, quien se mostró molesto al abandonar el recinto.
El estilo de Canelo también fue blanco de críticas. Lento, impreciso, sin capacidad para cortar el ring, el tapatío mostró una versión apagada, sin pegada clara y con preocupantes señales de desgaste físico. Aunque logró conectar varios golpes al cuerpo, ninguno pareció hacer mella en Scull, quien terminó la pelea sin señales de daño real.
“No era el Canelo de antes,” dijo un comentarista mexicano. “Fue como ver a una leyenda en cámara lenta.” Y las comparaciones comenzaron: de Julio César Chávez ante Maravilla Martínez, a combates olvidables como Rigondeaux vs. Casimero, esta pelea fue colocada en lo más bajo del estándar de calidad esperado para una figura de su talla.
Para colmo, la controversia no paró allí. Una imagen capturada en la transmisión dio la vuelta al mundo: Turki Alalshikh tomando de la mano a Terence Crawford, el próximo rival de Canelo. El gesto fue leído por muchos como una señal de favoritismo, y aumentó las expectativas para la mega pelea pactada para septiembre.
“Ahora sí, después de esto, Crawford tiene más chances que nunca,” afirmó el excampeón Dmitry Bivol, quien también criticó la pelea y el nivel del rival. “No fue interesante. Nadie peleó para ganar.”
El reto para Canelo es mayúsculo. Terence Crawford subirá dos divisiones para enfrentarlo, y aunque en teoría eso le da ventaja al mexicano, el nivel mostrado ante Scull hace que esa ventaja parezca irrelevante. Si Canelo no logra adaptarse al ritmo, movilidad y precisión de Crawford, podría sufrir una derrota histórica.
Las redes sociales estallaron. Críticas por la elección del rival, por la pasividad del combate, y por el precio del evento inundaron los foros. Y la pregunta se repite como eco: ¿por qué no peleó con David Benavidez?
Mientras tanto, Canelo intenta mantener la calma. “Ganar es ganar,” declaró con resignación. Pero su mirada, su tono y su lenguaje corporal decían otra cosa: ni él mismo quedó satisfecho con su actuación.
La noche en Arabia debía ser un espectáculo de gloria. Fue, en cambio, una advertencia brutal de que la cima es frágil y que el legado no se conserva con excusas. Septiembre será decisivo. Y esta vez, no habrá lugar para nervios, ni para disculpas.
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