La Noche en que el Boxeo se Detuvo: Salvador Sánchez vs. Azumah Nelson y la Tragedia que Siguió

Nueva York, 21 de julio de 1982 — Bajo las luces tenues del Madison Square Garden, poco más de 5,500 espectadores presenciaron una de las noches más dramáticas y controvertidas en la historia del boxeo. Lo que debía ser una defensa rutinaria del título para el campeón mexicano Salvador Sánchez frente a un desconocido ghanés llamado Azumah Nelson, se transformó en una guerra brutal que cambiaría vidas… y legados… para siempre.

Sánchez, con apenas 23 años, ya era una superestrella. Con 44 victorias, una derrota y una inolvidable paliza a Wilfredo Gómez en su historial, era considerado uno de los mejores libra por libra del mundo. Un genio defensivo con un contragolpe letal y una quijada de acero, el “Águila Invencible” surcaba los cielos con ocho defensas exitosas de su título.

Nelson, en cambio, era una incógnita absoluta. Sustituto de último minuto tras la lesión de Mario Miranda, tuvo apenas dos semanas para prepararse. Aunque tenía un récord perfecto de 13-0 con 10 nocauts, sus peleas habían sido en África, lejos de los reflectores internacionales. Nadie —ni la prensa, ni los fanáticos, ni el propio equipo de Sánchez— esperaba gran cosa.

Pero cuando sonó la campana inicial, todo cambió.

Nelson salió con todo, presionando sin cesar, ignorando el respeto reverencial que suelen tener los retadores ante un campeón. Los primeros asaltos fueron un shock: Sánchez fue acorralado, superado y sorprendido por la agresividad del ghanés. El desconocido peleaba con rabia, con hambre, con la fuerza de todo un continente sobre sus hombros.

En el séptimo asalto, Sánchez conectó una izquierda demoledora que envió a Nelson a la lona. El Garden contuvo la respiración. Parecía el principio del fin. Pero Nelson se levantó… y sonrió. No fue una sonrisa de alivio, sino de desafío. El mensaje era claro: no había venido a sobrevivir, había venido a ganar.

Lo que siguió fue una batalla sin tregua, una guerra en el centro del ring. Nelson con potencia bruta, Sánchez con técnica refinada. Ambos intercambiaron golpes duros. Ambos resistieron. El público ya no sabía quién estaba ganando.

La controversia llegó en el round 12, cuando Nelson aparentemente derribó a Sánchez con un golpe limpio. El árbitro Tony Pérez lo consideró un resbalón. Hasta hoy, la decisión se discute. De haber sido considerado knockdown, las tarjetas —que luego se revelarían muy cerradas— podrían haber cambiado el resultado.

En el asalto 15, Nelson, sabiendo que podía estar abajo en puntos, salió a buscar el nocaut. Sánchez, herido, agotado, pero con el corazón de un campeón, respondió con fuego propio. En un esfuerzo final, lanzó una combinación precisa que debilitó a Nelson y luego, una izquierda brutal que lo mandó a la lona.

El árbitro detuvo la pelea a poco más de un minuto del final. Sánchez retenía su título por nocaut técnico. Algunos abuchearon. Otros, como el propio Nelson, más tarde dirían escuetamente: “No”, al ser preguntado si fue una detención injusta.

Las tarjetas oficiales revelaron lo reñida que fue la pelea: 135-131 y 134-131 para Sánchez, 133-132 para Nelson. Una guerra absoluta, decidida en el último suspiro.

Pero la historia no terminó allí. Se volvió trágica.

Apenas 21 días después, el 12 de agosto de 1982, el mundo del boxeo quedó paralizado. Salvador Sánchez, el joven campeón destinado a marcar época, murió en un accidente automovilístico. Tenía solo 23 años. Los sueños de revancha contra Nelson, de un duelo contra Alexis Argüello, se esfumaron para siempre.

Azumah Nelson, en cambio, usó esa derrota como bautismo de fuego. Su manager lo dijo claro esa noche: “Si hubiera tenido más peleas, habría ganado”. Y tenía razón. Nelson regresó, aprendió, y se convirtió en una leyenda. Fue campeón mundial en peso pluma y superpluma, vengó a Sánchez noqueando a Wilfredo Gómez, y fue incluido en el Salón de la Fama.

Esa noche en el Garden fue más que una pelea. Fue un cambio de era disfrazado de tragedia. Fue la muestra perfecta de la belleza y la crueldad del boxeo.

Dos guerreros. Uno perdido para siempre. Otro forjado en fuego.

Y una pregunta que aún resuena:

¿Qué hubiera pasado si Salvador Sánchez hubiera vivido?