Un secreto enterrado durante décadas ha sido revelado por la propia protagonista. Tras años de rumores y teorías sobre su desaparición repentina del mundo del espectáculo, Angélica Chaín —ícono del cine de ficheras en México— finalmente rompió el silencio, y su confesión ha dejado al público sin aliento.

De un bar a la fama, y luego el adiós inesperado

Angélica Chaín dominó las pantallas mexicanas en los años 70 y 80. Sin formación profesional ni grandes dotes actorales, fue descubierta mientras trabajaba en un bar en Puebla, y no, como algunos rumores decían, en Arabia Saudita. Lo que cautivó a los directores no fue su talento dramático, sino su audacia: aceptaba sin vacilar desnudarse frente a la cámara, un rasgo que la catapultó dentro del provocador mundo del cine de ficheras.

Aunque fue despreciada por la crítica y tachada de participar en “churros” —películas de bajo presupuesto y poca calidad— sus filmes conquistaron al público obrero, que encontraba en sus papeles una mezcla de erotismo y cercanía. Chaín se convirtió en un símbolo sexual imprescindible, compartiendo escena con Alfonso Sayas, Sasha Montenegro y Andrés García. Pocos saben que su voz era frecuentemente doblada, ya que los productores consideraban que no combinaba con su imagen sensual.

Dinero, poder y amores imposibles de confirmar

La vida privada de Angélica siempre estuvo rodeada de rumores. Se habló de relaciones con Vicente Fernández, con el expresidente José López Portillo e incluso con figuras del poder como Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Se decía que intercambiaba belleza por privilegios, y que nunca creyó en el amor si no venía acompañado de riqueza.

Su primer matrimonio con un empresario terminó en divorcio por los celos que provocaban sus escenas subidas de tono. Alfonso Sayas, su compañero más recurrente, confesó que era una de las pocas actrices con las que no tuvo buena relación: “Era demasiado interesada. Solo le importaba el dinero”.

El retiro y la confesión que tardó décadas

Todo cambió cuando conoció a Enrique Molina Nephew, uno de los empresarios más poderosos de México, quien dejó a su esposa por ella. Chaín lo abandonó todo: “No necesito más el cine. Ya tengo todo lo que quiero”, dijo entonces. Desde ese momento, su vida transcurrió entre jets privados, mansiones, estancias en Miami y Cancún, y hoteles de lujo que pertenecen a su esposo.

Durante más de 30 años, Angélica se negó a dar entrevistas, evitó hablar del pasado, y se distanció del cine de ficheras, al que parecía querer borrar de su historia. Sin embargo, a los 69 años, admitió en una conversación privada: “Decidí alejarme porque sabía que nadie aceptaría un pasado como el mío. Pero nunca me arrepentí”.

El adiós de un ícono incomprendido

Su confesión no solo cierra un capítulo controvertido, sino que lanza una poderosa reflexión sobre la fama, la ambición y las elecciones personales. Angélica Chaín eligió vivir según sus reglas, aunque el juicio social nunca le fue favorable. Hoy, sin hijos y en un retiro dorado, sigue siendo una figura enigmática.

Con sus palabras, deja claro que no fue víctima ni mártir, sino una mujer que supo lo que quería y lo consiguió, aunque el precio fuera la soledad y el olvido selectivo. A los 69 años, Angélica Chaín no solo ha roto el silencio: ha recuperado su voz.