Alguna vez encendió estadios con su voz poderosa y su melena inconfundible. Hoy, la legendaria Amanda Miguel vive una vida marcada por la pérdida, la soledad y una resiliencia silenciosa.

Para millones de personas en América Latina, Amanda Miguel no fue solo una cantante: fue una fuerza. Su voz intensa, su estilo audaz y su presencia inolvidable la convirtieron en un ícono generacional. Pero hoy, al acercarse a los 70 años, la artista transita una etapa de su vida que pocos imaginaron: una etapa llena de dolor, tristeza y recuerdos de un pasado brillante.

De un pequeño pueblo argentino a la fama internacional

Nacida como Amanda Antonia Miguel Samso en 1956 en Gaiman, Patagonia, Amanda creció rodeada de música. Su madre tocaba el piano, su padre el bandoneón, y a los cuatro años ya se destacaba en reuniones familiares por su talento. Sin embargo, su espíritu rebelde la llevó a fugarse por amor siendo adolescente. Su padre, en un intento de corregir su conducta, la envió a Buenos Aires, donde estudió canto en el Conservatorio Alberto Williams.

El destino cambió para siempre en 1975 cuando, al cruzar una calle, fue vista por Diego Verdaguer, un cantante en ascenso. Él quedó cautivado por su presencia, y así comenzó una historia de amor y música que marcaría sus vidas.

Una voz que sacudió la industria musical

El camino al éxito no fue inmediato. Su primer álbum pasó desapercibido, pero Diego creyó tanto en Amanda que invirtió sus propios recursos para lanzar el tema “Él nunca te amará como yo”, que causó polémica por su lenguaje directo. Algunas emisoras de radio incluso exigieron cambiar la palabra “estúpida” por “insensible”.

El verdadero estallido llegó en 1981 con El Sonido Volumen 1, un álbum que posicionó a Amanda como una de las voces femeninas más impactantes de la música latina. Canciones como Él me mintió se convirtieron en himnos de dolor y empoderamiento femenino.

Detrás de los escenarios, heridas silenciosas

La vida fuera de los reflectores estuvo llena de altibajos.

Amanda y Diego se casaron oficialmente en 1983, días antes del nacimiento de su hija Ana Victoria. Amanda se retiró temporalmente para dedicarse a la maternidad, una decisión que le trajo discriminación en una industria poco tolerante con las mujeres madres.

Más adelante, junto a Diego, fundó su propio sello discográfico, Diam Music, en busca de libertad artística. A pesar de ser considerados una de las parejas más sólidas del medio, atravesaron crisis. Diego confesó haber sido infiel “desde el corazón”, pero nunca se separaron, porque no podían imaginar la vida sin el otro.

La tragedia más devastadora llegó en 2022, cuando Diego falleció repentinamente por complicaciones del COVID-19. Amanda lo acompañó hasta el final, durmiendo en el piso del hospital. “Fue como perder el aliento”, expresó con dolor.

Después de su partida, Amanda cayó en una profunda tristeza. Volver al escenario fue difícil. Su voz se quebraba, las palabras no salían. Fue gracias al apoyo de Ana Victoria que poco a poco logró volver a cantar.

Pérdidas recientes y un corazón cansado

En 2024, Amanda sufrió un infarto mientras trabajaba en un nuevo proyecto musical. Pocos meses después, tuvo que evacuar su casa en Los Ángeles debido a los incendios forestales. Con sus dos nietos en brazos —uno de ellos de apenas dos meses—, Amanda dejó atrás su hogar y la sensación de seguridad. “No tenemos casa en este momento, ninguno de nosotros”, declaró con tristeza.

Un legado forjado en la adversidad

Pese a todas las pérdidas, Amanda Miguel sigue adelante. Su voz, aunque herida, aún se eleva. Canta por ella, por Diego, por Ana, y por todos los que han amado y perdido.

Amanda ya no es la joven desafiante sobre el escenario. Hoy es símbolo de resistencia, de amor incondicional, y de dolor hecho canción. Aunque los reflectores ya no brillen como antes, su voz —cargada de emoción— sigue recordándonos que hay penas que no se borran, pero que aún pueden convertirse en música.