El misterio detrás del brillo fugaz de un ídolo juvenil: ¿Por qué desapareció de repente la voz angelical que enamoró a millones? ¿Y cómo sobrevivió al olvido, el rechazo y la invisibilidad mediática?

Durante los años 80 y 90, Pablito Ruiz era un nombre que resonaba en todos los rincones del mundo hispanohablante. Con su rostro angelical y su voz dulce, fue el ídolo adolescente de toda una generación. Sin embargo, tras tocar la cima de la fama, desapareció sin dejar rastro. Lo que pocos sabían es que detrás de ese silencio se escondía una historia de discriminación, explotación emocional y redención personal.

Infancia marcada por la pérdida y los sueños frustrados

Nacido como Pablo Maximiliano Miguel Coronel, su historia empieza con una tragedia: perdió a su padre cuando apenas tenía 20 meses de vida. Su madre, Irene, fue su único sostén emocional y económico. Aunque alguna vez fue invitada a formar parte del legendario grupo Los Panchos, sacrificó sus sueños musicales por la familia y trabajó limpiando casas para criar a sus cuatro hijos en un humilde barrio de San Martín, Buenos Aires.

El nacimiento del fenómeno Pablito y la desaparición de Pablo

Gracias a su talento natural, Pablo fue seleccionado para participar en el programa infantil Festilindo, donde dejó huella desde su primera aparición. Fue allí donde los productores decidieron cambiar su nombre artístico a Pablito Ruiz, una marca comercial atractiva, pero que marcó el inicio de la pérdida de su identidad real.

Su primer álbum, lanzado en 1987, fue un éxito rotundo. Con solo 12 años, ya había comprado una casa y un coche para su familia. Pablito se convirtió en un fenómeno continental, comparado con Luis Miguel o Ricky Martin, pero con una imagen más dulce e inocente. Su segundo disco, Un ángel, incluyó el éxito “Oh mamá ella me ha besado”, incluso versionado por Selena en México.

Crisis de identidad y rechazo mediático

Con la pubertad llegaron los cambios físicos y vocales. La voz que había conquistado al público ya no era la misma. A la par, comenzaron a circular rumores sobre su orientación sexual. En un contexto donde la industria solo aceptaba un “galán” heterosexual, Pablito dejó de encajar en el molde.

Fue objeto de burlas públicas, especialmente en un sketch del programa “Ritmo de la noche” donde el actor Miguel del Cel lo parodió de forma cruel. Ese momento lo marcó profundamente: con solo 14 años se convirtió en el blanco de un país entero, sin haber tenido siquiera la oportunidad de conocerse a sí mismo.

Los contratos discográficos que firmó lo ataban a una imagen rígida. Cuando quiso evolucionar artísticamente, las disqueras cancelaron sus proyectos y se negaron a liberarlo, dejándolo atrapado en lo que él llamó un “contrato leonino”.

Exilio, silencio y renacimiento

A los 15 años, huyó a México buscando un nuevo comienzo. Pero la presión para ocultar su identidad sexual persistía. Tras negarse a grabar un álbum tex-mex para “verse más masculino”, fue abandonado por su disquera “por ser homosexual”.

Sin ingresos, sin respaldo legal para grabar bajo su nombre y con su imagen destruida, se trasladó a Miami. Allí sobrevivió bañando perros, muchas veces sin comida ni esperanza. Durante años no cantó ni habló en público.

Todo cambió una noche, cuando, en un momento de desesperación, tuvo una visión de su padre fallecido. Esa experiencia lo impulsó a comenzar de nuevo, escribir música desde el alma y pedir ayuda profesional. En terapia habló por primera vez del trauma de haber sido ridiculizado en la televisión nacional siendo solo un niño. La pandemia de COVID-19 reactivó esas heridas, provocándole ataques de pánico y ansiedad profunda.

El regreso con valentía y autenticidad

En 2007 regresó a Argentina y volvió a aparecer en televisión. Un año después participó en Bailando por un sueño. En 2010 lanzó su álbum Renacer, y al año siguiente tomó una de las decisiones más importantes de su vida: salir públicamente del clóset.

Aunque esto cerró algunas puertas, le permitió abrir otras más auténticas. En 2014 volvió a ser noticia cuando la banda australiana Tame Impala fue acusada de plagiar su canción “Océano”. Aunque no inició acciones legales, el hecho demostró que su música aún tenía peso e influencia.

Hoy, Pablo Ruiz controla su carrera, escribe sus memorias, lanza música independiente y canta no para llenar estadios, sino para sanar y conectar.


La historia de Pablito Ruiz no es solo la de un ídolo caído, sino la de un hombre que sobrevivió a la industria, al desprecio y a sus propios miedos, y que hoy canta con más verdad que nunca. Porque su voz, lejos de haberse perdido, ha madurado y se ha vuelto más poderosa: la voz de alguien que finalmente se atrevió a ser él mismo.