No necesitó interpretar a un superhéroe en pantalla, porque su vida misma fue una epopeya. A los 96 años, Sergio Corona sigue siendo una figura firme en el corazón del público, no solo por sus papeles, sino por lo que es: humilde, perseverante y profundamente humano.


Cuando se habla del mundo del espectáculo mexicano, es imposible no mencionar a Sergio Corona, una leyenda viviente que ha cruzado 96 primaveras y sigue siendo un rostro entrañable en la televisión. Con casi ocho décadas de carrera, no solo es actor, sino también un narrador de historias con el alma. Desde sus inicios titubeantes en el escenario hasta su papel central en Como dice el dicho —el programa de habla hispana más visto en Estados Unidos—, Corona se ha consolidado como un referente insustituible en la cultura popular latinoamericana.

A diferencia de muchos artistas, su camino comenzó en la adversidad. Con solo dos meses de clases de baile, se vio actuando ante el público. Un periodista incluso llegó a decirle que “no tenía futuro en el arte”, pero el tiempo demostró lo contrario. Sergio no respondió con palabras, sino con una carrera brillante y una integridad inquebrantable.

Trabajó junto a leyendas como Cantinflas, Tin Tan, Pedro Infante y Loco Valdés, no solo como colega, sino como amigo entrañable. Las historias detrás de escena —desde partidas de póker en aviones hasta faenas benéficas en plazas de toros— construyen el retrato de un Sergio Corona no solo famoso, sino también profundo y entrañable.

A una edad en la que muchos optan por retirarse, él sigue apareciendo en la pantalla chica. Lee cada guion con atención, hace ejercicio a diario, mantiene una dieta equilibrada y ha rechazado siempre el alcohol en exceso y las drogas. ¿Su secreto? “Trato a la vida como una amiga, y la vida me ha tratado igual”.

Sergio nunca buscó el escándalo. Vivió con discreción y coherencia, guiado por valores como la ética, la disciplina y la compasión. Canceló una boda porque no aceptaba condiciones impuestas, ayudó a quien alguna vez lo menospreció, y transmite amor y ejemplo a sus nietos no con palabras, sino con acciones.

Su autobiografía Te invito a mi camerino no es solo un libro de anécdotas, sino una invitación íntima a su universo interior. En cada página se percibe la grandeza de alguien que no necesita proclamarse como leyenda, porque su vida lo confirma por sí sola.

Sergio Corona —a sus 96 años— ya no tiene que demostrar nada. Su legado no son solo cientos de papeles ni miles de episodios, sino una vida vivida con responsabilidad, pasión y amor genuino. Una verdadera leyenda, en el sentido más profundo de la palabra.