Ciudad de México.— Con la serenidad de quien ha vivido intensamente y la elegancia que siempre lo distinguió, César Costa, el eterno galán del rock and roll mexicano, abre su corazón a los 83 años.
El cantante y actor, ícono de varias generaciones, decidió romper el silencio y compartir una reflexión profunda sobre su vida, sus amores, sus triunfos y, sobre todo, su forma de entender la felicidad.

“He aprendido que el éxito no se mide por los aplausos, sino por la paz con la que uno duerme.”

Su voz conserva la calidez de siempre, aunque ahora habla más despacio, como si cada palabra llevara el peso exacto de una vida bien vivida.

 “El tiempo pasa y te enseña a valorar lo simple”

César Costa fue, durante los años sesenta, uno de los rostros más populares del rock mexicano. Su estilo impecable, su sonrisa y su voz lo convirtieron en un ídolo.
Hoy, a sus 83 años, mira hacia atrás con gratitud, no con nostalgia.

“Viví una época maravillosa, una juventud irrepetible. Pero el tiempo pasa y te enseña que lo importante no fue la fama, sino las personas que estuvieron a tu lado.”

El artista cuenta que, durante muchos años, vivió a un ritmo vertiginoso.

“Grababa, filmaba, viajaba… no paraba nunca. La vida pública te envuelve, pero también te aleja de lo esencial. Ahora entiendo que la calma también es un logro.”

 “Aprendí a disfrutar el silencio”

César asegura que su mayor transformación llegó cuando empezó a disfrutar de la soledad y el silencio.

“Durante años, el silencio me asustaba. Pensaba que sin ruido ni gente alrededor me sentiría vacío. Pero no, el silencio es sabio. Ahí escuchas lo que realmente importa.”

Explica que hoy su rutina es sencilla: leer, caminar, disfrutar de la música y pasar tiempo con su familia.

“No necesito mucho. Un café, una buena conversación, un libro y la compañía de los míos. Eso, a esta edad, es el verdadero lujo.”

“He amado mucho, y también he perdido”

Al hablar del amor, el artista suspira. Su tono se vuelve más íntimo.

“He amado mucho. Y como todos, también he perdido. Pero no me quejo. Cada amor me enseñó algo distinto.”

Reconoce que en su juventud la fama complicaba las relaciones.

“Era difícil saber quién te quería por lo que eras y quién por lo que representabas. Pero tuve la suerte de vivir amores honestos y profundos.”

Asegura que el paso del tiempo le dio una nueva perspectiva.

“De joven crees que el amor es fuego. Con los años descubres que es refugio.”

 “No me arrepiento de nada”

César Costa habla de su vida sin remordimientos.

“He cometido errores, claro. Pero si tuviera que volver a empezar, haría casi todo igual. Cada decisión, buena o mala, me trajo hasta aquí.”

Admite que en su carrera hubo momentos difíciles: cambios en la industria, críticas, altibajos.

“En este medio, un día te aman y al siguiente te olvidan. Por eso hay que aprender a quererte tú, no depender de lo que dicen los demás.”

Su filosofía de vida hoy es simple: vivir sin culpas y con gratitud.

“Lo único que me importa ahora es estar en paz. Lo demás, ya fue.”

 “La fama no me define”

Aunque su nombre está grabado en la historia del espectáculo mexicano, César se mantiene humilde.

“Nunca me creí una estrella. Soy un hombre que tuvo la suerte de vivir de lo que amaba. Pero la fama es un disfraz: te hace visible, pero también te esconde.”

Cuenta que hubo momentos en los que deseó pasar desapercibido.

“La gente cree que la fama te da libertad, pero a veces te la quita. Te pone una máscara que no puedes quitarte fácilmente.”

Con el tiempo, aprendió a convivir con su legado sin dejar que lo domine.

“No soy el joven que cantaba La felicidad. Soy un hombre que la sigue buscando todos los días, de otra manera.”

 “El secreto de la vida está en perdonar”

Entre sus reflexiones más poderosas, César habla del perdón como el eje de la madurez.

“Perdonar fue lo más difícil y lo más liberador que aprendí. Perdonar a otros y, sobre todo, a mí mismo.”

Explica que durante años se exigió demasiado.

“Quería hacerlo todo bien: el artista, el padre, el amigo perfecto. Y eso no existe. Aprender a aceptar mis errores me dio paz.”

Sonríe con ternura.

“Perdonar no cambia el pasado, pero sí cambia el futuro.”

 “La pérdida de amigos me marcó”

A lo largo de su vida, César ha despedido a muchos compañeros del mundo artístico.

“Me duele pensar en los que ya no están. Gente maravillosa que marcó una época: Enrique Guzmán, Angélica María, Alberto Vázquez… todos vivimos cosas que ya no se repetirán.”

Admite que las despedidas lo hicieron reflexionar sobre la fragilidad de la vida.

“Nadie está preparado para ver partir a sus contemporáneos. Pero también aprendes a valorar cada día, cada risa, cada encuentro.”

 “El público fue mi segunda familia”

El cantante no oculta la emoción al hablar de sus fans.

“Crecimos juntos. Me acompañaron desde que era un muchacho de veinte años con un micrófono y sueños enormes. Gracias a ellos sigo aquí, con el corazón lleno.”

Confiesa que todavía recibe cartas y mensajes de admiradores que lo escuchaban desde los años sesenta.

“Eso me conmueve profundamente. Saber que mi música forma parte de los recuerdos de tanta gente es el mejor premio.”

 “Lo que todos sospechaban era cierto…”

Con una sonrisa suave, César pronuncia la frase que da título a este reportaje.

“Sí, lo que todos sospechaban era cierto: detrás del artista hay un hombre sensible, emocional, lleno de dudas, pero también de amor por la vida.”

Asegura que su mayor logro no fue la fama ni el dinero, sino haber vivido con coherencia.

“Nunca traicioné mi esencia. Fui fiel a lo que creía, aunque no siempre fuera lo más conveniente. Eso me da tranquilidad.”

 “A los 83 años, sigo soñando”

Aunque disfruta de su retiro, César Costa no pierde la curiosidad ni el entusiasmo.

“Sigo soñando. Sueño con proyectos, con escribir, con seguir aprendiendo. La edad no me limita. Al contrario, me inspira.”

Con la energía de quien sigue enamorado de la vida, agrega:

“El cuerpo envejece, pero el alma no. Y mientras el alma siga viva, uno sigue siendo joven.”

Y así, entre risas, recuerdos y una calma contagiosa, César Costa demuestra que la verdadera grandeza no está en los aplausos del pasado, sino en la serenidad del presente.
A sus 83 años, el hombre que alguna vez cantó sobre la felicidad, hoy la encuentra en lo más simple:
el amor, la gratitud y el silencio.

“Si volviera a empezar —dice, mirando al cielo—, no cambiaría nada.
Porque incluso mis errores me hicieron quien soy:
un hombre que todavía cree en la vida y en la música del corazón.”