Hay cosas que una cámara no capta, aunque esté encendida todo el día. Y si no que lo diga Adriana Torrebejano, quien se animó a contar una de esas experiencias de rodaje que no se olvidan fácilmente.

Todo parecía normal, profesional, hasta divertido… hasta que pasó “eso”. Algo que la dejó diciendo: “No puedo seguir así”.

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Trabajar con una estrella internacional como William Levy puede ser un sueño o una locura, y por lo que ella misma confesó, fue un poco de ambas. No estamos hablando de conflictos, ni de escándalos. Tampoco de esas peleas típicas entre protagonistas. No. Lo que Adriana vivió fue mucho más silencioso… pero igual de complicado.

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Porque, claro, cuando uno trabaja muchas horas con alguien, empiezan a aparecer las pequeñas cosas. Las rutinas. Los hábitos. Y en el caso de William, hay uno en particular que, según ella, fue imposible de ignorar.

Al principio parecía inofensivo, hasta gracioso. Pero con el correr de los días, eso se volvió una especie de tortura disfrazada de camaradería.

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Lo más curioso es que nadie lo vio venir. Ni los técnicos, ni los maquilladores, ni siquiera ella misma se dio cuenta en qué momento “la trampa” ya estaba armada.

Y cuando quiso reaccionar, ya era tarde: estaba metida hasta el cuello en esa costumbre que William manejaba con maestría… y de la que no se podía escapar.

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Todo eso lo contó con humor, pero también con resignación. Porque sí, tuvo que aguantar, y mucho.

Y aunque suene exagerado, en sus palabras había una mezcla de sufrimiento y cariño que solo se entiende si ves el video donde lo revela todo. Eso que William Levy hacía a diario, y que terminó arrastrándola a ella también.

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