Decidió seguir adelante, aunque cada paso parecía más pesado que el anterior. El aire estaba impregnado con un aroma a tierra mojada y algo más… algo que no podía identificar, pero que la hacía sentirse aún más vulnerable. Y entonces, en medio de la espesura, vio algo que la hizo detenerse. Frente a ella, en el centro de un claro, había una figura, una figura oscura que se desvanecía y aparecía entre la niebla, como si fuera una sombra.

Isabel no podía apartar la vista de ella. El ser parecía flotar, sin un cuerpo físico, solo una sombra que se movía al ritmo del viento. Sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural. Isabel intentó gritar, pero no pudo emitir sonido alguno. La figura comenzó a acercarse lentamente, y un frío paralizante se apoderó de su cuerpo.

“Has llegado”, dijo una voz que parecía provenir de todos los rincones del bosque. Isabel intentó dar un paso atrás, pero sus piernas no respondían. La figura seguía acercándose, y lo único que podía hacer era mirar esos ojos que la observaban con una intensidad aterradora.

“No temas”, dijo la figura, ahora completamente frente a ella. “Soy el guardián del bosque. Y tú has sido elegida para conocer la verdad.”

Isabel, temblando de miedo, intentó hablar, pero las palabras no salían de su boca. La figura levantó su mano, y un viento suave rodeó a Isabel, levantando las hojas a su alrededor. “Todo lo que has oído, todo lo que has temido, tiene una razón. El bosque ha estado guardando este secreto por siglos, y ahora ha llegado el momento de que tú lo sepas.”

La figura se desvaneció en la niebla, y Isabel se encontró sola en el claro. La sensación de frío desapareció, pero el miedo persistió en su pecho. El bosque, que siempre le había parecido un lugar mágico, ahora se sentía ominoso, peligroso. La leyenda que había investigado durante tanto tiempo ya no le parecía solo una historia. Ahora sabía que había algo real detrás de ella.

Isabel dio un paso atrás y luego otro, hasta que, finalmente, comenzó a correr hacia el pueblo. El sonido de sus pasos resonaba en el vacío mientras las sombras del bosque la seguían, como si no quisiera dejarla escapar. Cuando llegó a su casa, cerró la puerta de golpe y se apoyó en ella, respirando con dificultad. No entendía lo que acababa de suceder, pero algo dentro de ella le decía que esa experiencia no era un simple sueño. Había algo más, algo que la conectaba con esa fuerza oscura del bosque.

Esa noche, mientras trataba de descansar, los sueños de Isabel fueron invadidos por imágenes del bosque, de la figura que había encontrado allí, y de una verdad que aún no lograba comprender. Sabía que su vida ya no sería la misma. El bosque la había marcado, y algo más grande la esperaba. Tendría que regresar, no solo para desentrañar el misterio, sino para enfrentarse a lo que realmente habitaba en ese lugar.

Al amanecer, Isabel decidió que no podía seguir ignorando lo que había descubierto. No podía dejar que el miedo dictara sus acciones. Tenía que regresar al bosque, enfrentarse a la figura y descubrir la verdad, por más aterradora que fuera. Pero esta vez no estaría sola. Sabía que la respuesta estaba en el bosque, y que solo enfrentándose a sus propios temores podría liberar a la aldea de la maldición que la había acechado durante generaciones.

La decisión de Isabel fue clara: iba a desvelar el secreto del bosque, y nada ni nadie la detendría. El destino de su pueblo dependía de lo que descubriera allí, entre las sombras que se alzaban silenciosas y poderosas.

Y así, Isabel se adentró nuevamente en el bosque, esta vez con la determinación de conocer la verdad, enfrentando el terror que el lugar le había transmitido. El camino no sería fácil, pero sabía que, al final, el bosque le daría las respuestas que tanto había buscado.

Cada paso que daba, el viento susurraba a su oído, y las sombras del bosque se alzaban como si supieran que algo iba a cambiar.