Honor, fuego y guerra en Arabia: Canelo y Scull encienden la mecha de un combate histórico
Riad, Arabia Saudita — Lo que comenzó como una elegante conferencia de prensa en el lujoso Crown Plaza Riyadh RDC se transformó, en cuestión de minutos, en una antesala explosiva del combate más esperado del año. Saúl “Canelo” Álvarez y William Scull no solo intercambiaron palabras. Encendieron una guerra de egos, honor y legado que desbordó los límites del protocolo.
Todo estalló con un golpe seco. No en el ring, sino contra la mesa de la conferencia. El puño de Canelo, cargado de rabia y dignidad herida, hizo temblar los micrófonos y el ambiente. La mirada del campeón mexicano se clavó como un rayo en Scull, el retador cubano que, sin inmutarse, respondió con una sonrisa provocadora y una dosis de arrogancia que elevó la tensión a niveles inéditos.
“La era del Gran Canelo termina este sábado”, declaró Scull, cuestionando la vigencia del tapatío y acusándolo de buscar un último gran cheque antes del retiro. El campeón respondió con furia contenida: “Llevo 20 años derrotando a los mejores. Y tú no has peleado con nadie”. Los flashes explotaban. La seguridad se tensaba. El mundo observaba.
Turki Alalshik, cerebro de Riyadh Season y figura clave en esta histórica cita, intentó devolver la calma con diplomacia saudí: “Respeten el espíritu deportivo”. Pero era demasiado tarde. La semilla del fuego ya ardía. Cuando se solicitó el tradicional cara a cara, los dos púgiles se encontraron frente a frente con la intensidad de dos trenes rumbo al choque. Scull susurró algo que no captaron los micrófonos. Canelo reaccionó con un empujón seco. La tensión ya no era promocional: era personal.
Detrás de las cámaras, ambos equipos ya analizaban cada palabra, cada movimiento. Mientras Scull repasaba grabaciones en su suite del Four Seasons con su entrenador cubano —un veterano con cicatriz y mirada fría—, Canelo se sumía en una concentración casi monástica. Eddie y Chepo Reynoso, sus inseparables guías, desmenuzaban fallos invisibles en el estilo del cubano. Una fracción de segundo, una guardia baja, una pierna cruzada… suficientes para cambiar la historia.
Pero no todo fue guerra. En un momento de sinceridad, ambos campeones mostraron el alma detrás del músculo. Scull habló de su infancia en La Habana, de su madre limpiando casas, de su hambre no solo de gloria, sino de redención. Canelo recordó sus días vendiendo paletas en Guadalajara, de los niños que sueñan seguir sus pasos, de defender no solo títulos, sino el honor del boxeo mexicano.
Afuera, Riad se convertía en un escenario mundial. Banderas, pantallas LED, precios de reventa que se disparaban. La ANB Arena, transformada para el evento “Fatal Fury: City of Wolves”, estaba lista para recibir una batalla que ya no era solo deportiva. Era cultural. Era generacional. Era de orgullo.
El pesaje oficial confirmó lo esperado: ambos dieron el peso con sobrada seguridad. El último cara a cara antes del combate fue una coreografía milimétrica de tensión pura. Cuatro cinturones. Dos países. Un destino.
Ahora, con menos de 48 horas para el combate, solo queda esperar el rugido del primer campanazo. La prensa internacional ya lo llama “el duelo del siglo”. Y con razón. Porque el sábado no se enfrentarán solo dos hombres. Se enfrentarán dos visiones del boxeo, dos historias de vida, dos titanes con cuentas pendientes.
Y cuando suenen las campanas, no habrá más palabras. Solo puños. Solo verdad.
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