Existen artistas que no necesitan escándalos ni alardes para quedar grabados en la memoria del público. Sergio Corona es uno de ellos. A sus 95 años, cuando muchos ya han optado por el retiro, él sigue llegando puntual al set de grabación con una lucidez admirable. Pero pocos saben que, detrás de las luces del escenario, hay una vida marcada por giros familiares, amistades quebradas y una filosofía de vida que escapa a los cánones del espectáculo.

Infancia dura y una salida del anonimato gracias al arte

Nacido en 1928 en Pachuca, Hidalgo, Sergio Corona creció en una familia con sólidas raíces intelectuales: su padre fue juez de distrito en distintas ciudades del centro de México, y su madre, una mujer encantadora, dedicada al hogar y muy ingeniosa en la cocina. Sin embargo, su infancia no fue fácil. Una enfermedad llamada fiebre de Malta lo obligó a abandonar la escuela por dos años. Aun así, no se rindió y logró ponerse al día. Sus días de niño, observando a los bailarines practicar mientras almorzaba, marcaron el inicio de un amor profundo por la música y el baile.

Corona dejó la secundaria temprano. Pero en lugar de rendirse, se lanzó al mundo laboral: trabajaba por las mañanas en una zapatería y estudiaba por las noches. Fue así como encontró en el baile una vía de escape y realización personal. Su carrera artística comenzó en el Teatro Río, lo que marcó el comienzo de una vida consagrada a las tablas y al cine mexicano.

“Corona y Arau”: De la amistad al quiebre irreversible

Uno de los capítulos más emblemáticos de su carrera fue el dueto de danza “Corona y Arau”, formado junto a Alfonso Arau, quien luego se convertiría en un reconocido cineasta. Durante ocho años triunfaron como pareja artística en escenarios nacionales. Sin embargo, todo terminó cuando Arau se divorció de la hermana de Sergio, Magdalena. Leal a su familia, Corona rompió el vínculo profesional con Alfonso, aunque aún mantiene una relación cordial con sus sobrinos.

Una pieza clave del Cine de Oro… aunque lejos de los créditos principales

Aunque nunca fue protagonista de grandes cintas, Sergio formó parte fundamental del Cine de Oro mexicano. En la película Los tres huastecos, por ejemplo, su única aparición fue la de sus zapatos en una escena de baile guapango —algo que, según confiesa, lo frustró profundamente.

No obstante, siguió participando en giras con leyendas como Pedro Infante, actuando en países de Centroamérica, y compartió escenario con figuras como Silvia Pinal y Mauricio Garcés. De este último, recuerda con humor que una vez cobró más que él por un anuncio de cerveza, algo inusual dada la fama de Garcés.

De “Hogar dulce hogar” a “Como dice el dicho”: una presencia constante en la televisión

Su consagración definitiva llegó con la televisión. El programa “Hogar dulce hogar” fue un fenómeno de audiencia y lo convirtió en un rostro querido por millones. Sin embargo, una decisión empresarial cambió su rumbo: Emilio Azcárraga, presidente de Televisa, le pidió abandonar sus dos proyectos actuales para relanzar la serie “Gutierritos”. Sergio aceptó, pero Azcárraga falleció antes de concretar el proyecto, y Corona perdió ambas oportunidades.

Afortunadamente, encontró una nueva casa en el exitoso programa “Como dice el dicho”, donde ha trabajado durante 15 años. No solo actúa, sino que también participa en la creación de refranes cuando el guion lo requiere. Para él, el programa es más que un trabajo: es una plataforma para educar y compartir valores.

Detrás del artista: amor, hijas y amistades inquebrantables

Lejos de los escenarios, Sergio Corona ha cultivado una vida personal ejemplar. Lleva más de 55 años casado con Ingrid, una bailarina austriaca a quien conoció durante una gira por España. Su historia de amor fue digna de telenovela: tras una gira por 20 ciudades, ella viajó a México y se casaron diez días después de su llegada.

Tiene dos hijas, ambas llamadas Eliet. Una, fruto de su relación con Ingrid. La otra, de una relación anterior cuando tenía 18 años. Aunque no se casó con la madre de su primera hija, siempre mantuvo una relación cercana y amorosa con ella.

En cuanto a sus amistades, destaca la que tuvo con el comediante “Loco” Valdés, con quien hacía apuestas cómicas en cada clásico América vs. Chivas. En una ocasión, Sergio ganó y obligó al “Loco” a vestirse de mujer y hacer un “striptease” en plena avenida Reforma. Así era su sentido del humor: blanco, amistoso y memorable.

Golf, filosofía de vida y el secreto de la longevidad

Amante del golf desde hace más de 40 años, Sergio lo considera el “rey de los deportes”. Fundó su propio torneo y jugó con personalidades como Chabelo y Polo Polo. Sobre este último, lamenta profundamente su padecimiento de Alzheimer y recuerda haber notado los primeros síntomas en el campo de golf.

Corona atribuye su longevidad a una vida sin excesos, sin rigidez, pero con conciencia. No ha abusado de nada, no ha sido extremista, y ha sabido relacionarse sanamente con su entorno. Para él, la clave está en aplicar la objetividad a todo: desde los horarios hasta las relaciones humanas.


Sergio Corona no solo es un artista, sino un referente moral, disciplinado y humano dentro del espectáculo mexicano. En un medio donde es fácil perder el rumbo, él ha sabido conservar la esencia, la humildad y la autenticidad. Aunque dice no querer que lo recuerden de una manera específica, su legado quedará por siempre grabado en la historia cultural de México.