Eleazar García “Chelelo” y su hijo: Entre la risa, la tragedia y un legado eterno en el cine mexicano

Pocos nombres evocan tanta nostalgia, cariño y respeto como el de Eleazar García, mejor conocido como “Chelelo”. Con su peculiar estilo, carisma desbordante y un talento natural para la comedia, Chelelo se ganó un lugar irremplazable en el corazón del público mexicano. Su historia es un reflejo del México de antaño, de los sueños que florecen en pueblos pequeños y de cómo el arte puede dejar una huella imborrable. Pero también es una historia atravesada por la tragedia, especialmente con la pérdida de su hijo, Eleazar García Jr., conocido como “Chelelo Junior”, quien siguió sus pasos en la pantalla, aunque en un tono muy diferente.

Un niño con alma de artista

Chelelo nació el 28 de septiembre de 1924 en Ciudad Mier, Tamaulipas, un rincón del país que más tarde adoptaría el nombre de Miguel Alemán. Desde muy pequeño mostró una creatividad desbordante: organizaba funciones de marionetas en el patio de su casa y cobraba un peso por entrada. Aquellos inocentes espectáculos infantiles fueron el inicio de un amor eterno por el escenario.

Su vida cambió al descubrir los espectáculos itinerantes que pasaban por su pueblo, como el Circo Imperial, que lo marcaron profundamente. A los 14 años, sin miedo y con pasión, se lanzó al mundo del espectáculo, recorriendo pueblos y cantando corridos norteños, donde además mezclaba la comedia y el zapateado, provocando carcajadas y aplausos allá donde se presentaba.

El ascenso de una leyenda

QUÉ FUE DE….ELEAZAR GARCÍA “CHELELO”

La búsqueda de mejores oportunidades lo llevó de regreso a Miguel Alemán, donde trabajó en una estación de radio local. Ahí entrevistó a figuras como Tin-Tán y Chelo Silva, y construyó relaciones clave que lo conectarían con el cine. Uno de esos encuentros fue con Antonio Aguilar, quien lo apodó cariñosamente “Chelelo” y se convirtió en una figura clave en su carrera.

En 1961, debutó en el cine con Los Llaneros (antes titulada Los hermanos de hierro), marcando el inicio de una carrera que lo llevaría a participar en más de 150 películas. Su química con Antonio Aguilar lo llevó a protagonizar alrededor de 40 cintas juntos, la mayoría de corte ranchero, en las que celebraban el alma del norte de México.

Destacó en producciones como Viento Negro, donde ganó el premio Diosa de Plata, y El escapulario, donde demostró su versatilidad dramática. Pero Chelelo no solo vivió del cine: también incursionó en la música, grabando varios discos de corridos, y hasta en la política, como diputado federal en los años 90.

La caída de un grande

En sus últimos años, Chelelo enfrentó problemas de salud. Una grave caída en su rancho en Miguel Alemán resultó en una lesión cerebral que lo llevó a la muerte el 24 de agosto de 1999. México perdió ese día a uno de sus comediantes más queridos, y el cine nacional a un ícono irrepetible.

Chelelo Junior: El heredero del drama y la acción

Doce años después, el luto volvió a la familia con la muerte de Eleazar García Jr., a los 54 años, víctima de complicaciones por diabetes. A diferencia del humor chispeante de su padre, Chelelo Junior construyó su nombre interpretando a villanos de rostro duro y voz grave en el cine de acción mexicano, sobre todo durante la era dorada del video home.

Debutó con los hermanos Almada en El gatillo de la muerte y rápidamente se volvió una figura constante en películas de balaceras, venganza y justicia callejera. Participó en más de 200 filmes, consolidando su lugar como antagonista de peso en el cine popular mexicano.

Un legado que no muere

La historia de los García es la de un linaje artístico que supo adaptarse a su tiempo. Chelelo, con su humor campechano y corazón abierto, y Chelelo Junior, con su intensidad y fuerza actoral, lograron conectar con públicos distintos, pero con el mismo amor por el cine.

Hoy, sus películas siguen vivas, sus frases se recuerdan con cariño, y su legado forma parte del imaginario colectivo del México cinematográfico. Recordarlos es también rendir homenaje al arte, a la pasión y al poder que tiene una buena historia bien contada.